Novedades

YA TENEMOS GANADORA DEL II CERTAMEN DE MICRORRELATOS DE ALISIOS

Por 13 mayo, 2022

¡Ya tenemos el microrrelato ganador! Estamos muy contentos con la participación del II Certamen de Microrrelatos de Alisios, que en esta ocasión ha superado el número de microrrelatos recibidos respecto a la primera edición dificultando la decisión de seleccionar al ganador/a.

Agradecer a todos su participación, podemos presumir que en Canarias tenemos grandes escritores. Y felicitar a la ganadora de esta segunda edición Ylenia Romero Pérez con su microrrelato “Libre”.

¡ENHORABUENA!

Libre

Una mano danzaba en el viento, asomándose tímida a través de la ventanilla bajada. Una canción sonaba en la radio, sobreponiéndose al ruido del motor de la camioneta. A lo lejos, pero cada vez más cerca, Ana podía observar el océano.

Los minutos pasan, el coche se detiene a un lado cuando abandona el asfalto y se adentra en una carretera de tierra. El sonido de las olas rompiéndose las recibe con gracia, siendo lo único que se escucha cuando  Daniela gira las llaves del coche. Con una sonrisa, mira a Ana bajarse a toda prisa de este, sin siquiera llegar a cerrar la puerta.

Ana corre hacia la playa, deteniéndose únicamente para quitarse las zapatillas. Un escalofrío recorre su cuerpo cuando nota esa sensación indescriptible de tener la arena bajo sus pies, colándose entre sus dedos. Cierra sus ojos; el salitre entra por sus fosas nasales, sus oídos se llenan con el cantar de las gaviotas y la brisa marina acaricia su cabello castaño. Por su mente, sólo pasa una palabra: «libertad».

Y es que, de cierta forma, Ana se sentía libre. Apenas habían pasado unas cuantas horas desde que había abandonado la habitación del hospital que se convirtió en su hogar durante todo un largo mes. Por fin había superado la desdicha que la había obligado a ponerle un punto a su vida, que había hecho que pasara noches en vela llorando, preguntándose «por qué ella». Sin embargo y por fin, Ana era libre.

Daniela se acerca y sus ojos oscuros conectan con los de Ana, quien se gira para verla. Se sonríen, contagiándose el bonito gesto la una a la otra, sin necesidad de decir nada. Sus manos se entrelazan, notando ambas ese cosquilleo en su piel y estómago. Una ola rompe contra la arena y el agua sube, mojando sus pies. No les importa, más bien lo contrario.

Ana desvía su mirada hacia el horizonte, fijándose en los rayos de Sol que hacían brillar la superficie del mar. Alza una de sus manos, estirándola en el aire, como si quisiera agarrar la estrella que las acurrucaba con su calor. ¿Por qué se sentía tan cerca, cuando en realidad estaba tan lejos?

Daniela imita la acción de Ana, con la diferencia de que ella cierra su mano y la convierte en un puño. Se gira, acercando la mano hacia el lado izquierdo del pecho de Ana. Allí posa la palma sobre el cuerpo ajeno, sintiendo los vibrantes latidos del corazón ajeno.

— Quisiera regalarte el Sol para que caliente tu pecho y nunca sientas frío, ni soledad.

Ana sonríe de forma sincera ante las palabras de quien consideraba su amor.

— Ya lo haces. Tú eres mi Sol.

Daniela cierra los ojos y junta su frente con la de Ana, quien también cierra los ojos. Daniela envuelve su cintura en un abrazo y notando cómo se forma un nudo en su garganta, dice:

— Te prometí que te traería a la playa cuando estuvieras bien.

Lágrimas caen por las mejillas de Daniela.

— Siento no haber podido cumplir mi promesa.

Los párpados de la joven se abren, encontrándose de nuevo con el océano. Una urna funeraria reposa en sus brazos, estrujándola contra su pecho. Ana no estaba a su lado, nunca lo llegó a estar. Sólo eran ella, el mar, la arena y el viento.